Mi intento de entrar en Chechenia (Segunda parte)

Antes de continuar la historia no puedo menos que agradecer el interés que habéis mostrado tantísima gente por la primera parte de este post. A fecha de hoy, 14 de enero de 2013, más de 6.000 personas lo han leído y muchos me han hecho llegar sus impresiones o lo han compartido, lo que me ha animado a continuar narrando experiencias vividas en primera persona que espero que sigan siendo de vuestro interés.

Me quedé subiendo al Lada de Cruz Roja para encaminarme esta vez en busca de Sota que había prometido hacerme gestiones con los generales chechenos para pasar al otro lado.

Al llegar nuevamente al poblado los miembros de la ONG descargaron piezas enteras de carne para la población y continuaron camino. No sabía dónde vivía Sota y empecé a preguntar por él a los lugareños, que negaban con la cabeza una y otra vez ante mi insistencia. Un tanto mosquedado o quizás frustrado por el escaso éxito, se me ocurrió que no había cosa que más identificase a Sota que su Kalshnikov, y empecé a decirle a la gente «Sota Kalashnikov», «Sota kalashnikov», hasta que alguno probablemente por no escucharme más me indicó que esperase en el sitio y al poco rato apareció con Sota, que por supuesto portaba su arma. Me hizo ademanes de que lo siguiese -os recuerdo que no hablaba nada de inglés- y pronto llegamos hasta la puerta de una humilde casa. Dentro, una mujer joven pero con un semblante marcado seguramente por jornadas de preocupaciones infinitas, sujetaba un bebé entre los brazos. Sota me lo acercó y su rostro se iluminó esbozando la sonrisa franca que me había mostrado hace dos días mezclada con un orgullo de padre que no necesitaba de idiomas para entenderse.

Así transcurrió una hora aproximadamente hasta que se puso más serio y empezó a hacer llamadas por el móvil. La sonrisa desapareció y las llamadas continuaron con discusiones por su parte que no me acababan de gustar. Al fin, me señaló la puerta y salimos a la calle a esperar hasta que de pronto apareció un coche con dos individuos dentro. Uno era grande y corpulento y tenía realmente pinta de malo de película, y seguramente por eso será que recuerdo algo de él, ya que del otro describir cualquier cosa sería engañaros. El caso es que nos montamos y ni siquiera me saludaron. Parecía como si no existiese. Cada pocos cientos de metros paraban y alguno bajaba a hacer una llamada alejándose del vehículo. Esto se repitió hasta que más adelante recogimos a un cuarto acompañante que imitando el comportamiento del resto también decidió ignorarme. Las paradas y las llamadas siguieron pero esta vez con discusiones entre ellos en las que Sota se mostraba también muy participativo, hasta que un temblor recorrió mi espina dorsal ante la sospecha de que en realidad lo que estaban haciendo no era llevarme ante ningún general checheno, sino tramando mi secuestro.

He de decir que ese pensamiento me desconcertaba, ya que entonces e incluso hoy siempre he tenido un sexto sentido para las personas y las situaciones, y no me encajaba que Sota, que desde el principio me había dado buena impresión pese a haber matado a más de 30 policías georgianos, pudiese estar involucrado en algo así traicionando mi confianza.

El caso es que para bien o para mal poco podía hacer salvo esperar y ver qué sucedía. Continuamos viaje con más paradas y llamadas  hasta que aparcamos cerca de una casa. Allí se bajaron los cuatro del coche y alguno se perdió de mi vista y se adentró en el inmueble. Unos minutos después franqueamos todos la puerta y allí había un hombre barbudo con cara de recién levantado, que era un general checheno según me lo presentaron. Alguien tradujo mis intenciones y pronto empezó el hombre a disuadirme. Septiembre estaba al caer y me preguntó si tenía otra ropa de más abrigo para aguantar la nieve, a lo que tuve que responder que no, ya que sinceramente salí de Beirut con calor, y no reparé en llevar ropa de abrigo. Acto seguido me aseguró que el paso estaba muy complicado y que la aviación rusa estaba muy pendiente y era un peligro, y por último me indicó que si pese a todo, optaba por cruzar con ellos, una vez hubiésemos entrado en Chechenia, no podrían garantizar mi seguridad y se desentenderían de mí.

Agradecí tanto sus palabras como el hecho de caer en cuenta que no me habían secuestrado, que tal como andaba el percal no era poco, y quedé en dar respuesta en uno o dos días.

Hicimos el camino de vuelta ya sin llamadas y Sota, una vez llegamos al poblado, se empeñó en que fuésemos a ver a Alico y que su mujer hiciese de traductora. Al exponerles Sota lo que el general me había comentado, ambos hombre me aseguraron que sin la protección de los milicianos básicamente tendría dos opciones si lograba entrar en Chechenia, que me secuestrasen o me matasen. E imagino que debía ser duro para ellos hablar así de su tierra, pero me dieron los pormenores de cómo estaba la cosa por allí y que las bandas campaban a sus anchas y un extranjero era un buen trofeo, así que me rogaron encarecidamente que desistiese de mi propósito, y prometí que me lo pensaría.

Y en esas andaba pensándomelo con toda la familia de Akhmeta también tratando de quitarme la idea de la cabeza cuando a Israel se le ocurrió bombardear si no recuerdo mal el sur del Líbano, y sentí que tenía que volver allí, para lo que me tocó pedir prestado a España para comprar un billete de avión para volar de Tiblisi a Beirut.

Fui a despedirme de Alico y su familia que me pidieron ayuda para viajar a Europa. Una ayuda que prometí y a día de hoy nunca cumplí, en parte porque a posteriori perdí todo mi material gráfico, anotaciones y otras cosas de ese viaje. Y es que, estando en Georgia, y gracias al impago de otro medio español para el que también colaboraba y que mejor no nombraré, me tocó llamar a un amigo para que desalojase mi casa de la calle Hamra, porque no podía pagarla. De hecho al llegar me tuve que ir a una pensión que compartía cuarto con cinco más, pero eso es otra historia.

El caso es que me despedí de Alico y su familia y no logré ver a Sota. Incluso hoy su rostro se difumina un tanto cada vez que quiero dibujarlo en mi mente. Al ir a partir de Akhmeta a Tiblisi para viajar a Beirut reparé que de los 500 dólares, apenas me quedaban 100 en dos billetes de 50, uno de los cuales estaba pintarrajeado, así que les di el otro por la semana larga que me habían alojado. Si tenemos en cuenta que la maestra ganaba 25 dólares al mes, no estaba mal la cantidad.

Besos y abrazos después de críos, vecinos, la profesora cuyo nombre no recuerdo y la abuela, me di cuenta que por primera vez había renunciado a un objetivo periodístico haciendo caso a todo el mundo, y que partía en pos de cubrir las noticias nuevamente en el Líbano, pero la vuelta se complicó más de lo hubiese deseado.

El billete de 50 pintado nadie me lo quería aceptar, y me costó mucho que un banco me lo cambiase para llegar hasta el aeropuerto. Allí, acostumbrados a la corrupción se inventaron que al haber entrado por tierra y querer salir por aire, había de pagar un impuesto de pocos dólares, pero un impuesto. Yo sabía que era falso, y entre que no tenía ya casi dinero y que a cabezón me ganan pocos, me negué a pagarlo dando mis motivos. No les debieron convencer porque me metieron en un cuartillo y ya eran tres mastodontes los que me amedrentaban diciendo que tenía que pagar, y yo a voces ya también diciendo que no y esperando el golpe en cualquier momento, hasta que se ve que harto de tanta discusión un mando vino, preguntó qué pasaba, sus hombres se lo explicaron, yo me expliqué, y dijo que me dejasen pasar, así que al menos allí en el aeropuerto de Tiblisi gané una batalla. No estaba yo muy seguro de si el leñazo me lo iban a dar de coraje en cuanto el mando se quitase de en medio, así que pasé rápido el control de aduanas y me fui a embarcar.

Al legar a Beirut El Mundo había mandado a otro periodista porque yo no estaba operativo, así que como ya os comenté periodísticamente este viaje me sirvió de muy poco, aunque humanamente, y como experiencia, fue algo inolvidable.

Y esto ha sido todo y en eso quedó el intento de entrar en Chechenia. Sé que ya no lograré entrar igual que sé que nunca más escucharé una crónica en vivo de Ricardo Ortega, pero siempre podrá erizárseme la piel cada vez que la escucho grabada. No sé qué será de Alico o Sota, ni de la familia de Akhmeta, pero si algo sé es que nunca los olvidaré y seguramente ellos a mí tampoco.

 

18 Respuestas a “Mi intento de entrar en Chechenia (Segunda parte)”

  1. De gracias de tu parte nada Alberto, gracias a tí por poder compartir estas fantásticas histórias de un mundo y una realidad conocida parcialmente por nosotros a través del filtro de las televisiones.

    1. Me hace ilusión que os hayan gustado tanto este par de post, Saúl. Os seguiré incordiando con nuevas publicaciones. Saludos.

  2. Genial el final aunq la 1º parte me dejo mejor sabor de boca. Es una pena que no pudieras conseguir tu objetivo recuerda que la red es poderosa y puede q algun dia puedas volver a serte con todas esas personas q te ayudaron en tu no reportaje.

    Un saludo

    1. Álex, es cierto que nunca se sabe las vueltas que puede dar la vida. De hecho mis padres acogieron a un familiar georgiano de la familia que me dio cobijo a mí. Saludos.

  3. Esas decisiones avezadas y destinos poco recorridos encierran las mejores experiencias, Gracias por relatar tu historia Alberto.

    1. Gracias a ti por leerla y molestarte en dejar un comentario. Un saludo cariñoso a Bogotá, ciudad en la que viví casi tres años.

  4. alberto es verdad que en georgia son muy malas personas es que conoci a una mujer en gerogia y estaba pensando en viajar para halla tenemos buena comunicacion y todo ya va buen tiempo y hey pensando en viajar por otros comentarios me dijeron que en esos lugares son jy racistas y que se abusan de todo que me aconsejas a proposito con cuanto de dinero puedes vivir en georgia unos dos meses algo economico estaba pensando en unos 5 mil dolares me sera suficiente por que no dejan entrar mas segun tengo entendido agradeceria tu respuesta hey conversado con su familia y todo para visitar yo les hey ofrecido mandar los pasajes y todo para que puedan salir pero como que prefieren primero conocerme

  5. Por fin encuentro tu blog, perdon es que formatee y perdi el link, pero me da mucho gusto que todo haya salido bien.

    Todas estas experiencias se llevan en el corazón. Es lo único que uno puede llevarse a la tumba: personas, lugares y recuerdos fabulosos de nuestro paso por este mundo.

    Saludos y que tengas mas aventuras.

  6. Hola Alberto (tocayo), buenas tardes!

    Hoy me ha tocado leer tus dos artículos acerca de tu deseo por visitar Chechenía.

    Los encontré debido a que este próximo verano iré a Azerbaiyán pero posteriormente quiero viajar a Georgia y a Rusia. Dentro de mis planes dentro de Rusia esta viajar a Krasnodar y a Grozny (capital chechena).

    Te escribo para saber cuales fueron tus principales complicaciones.
    Sabes si hay problemas políticos en fronteras para poder transitar de Georgía a Rusia? Tu querias visitar Grozny o bien bien cual fue tu complicación?

    Saludos

    1. Creo que las complicaciones que el llego a tener fueron por la 1ra o 2da guerra Chechenia-rusa y al término posteriores años, ya que el país se sumergió en un hervidero de criminales, milicianos, y los secuestros, decapitaciones, entre otras atrocidades eran el pan de cada día, hoy en día a 2015 debe de estar cambiado en cuanto a seguridad, como en cualquier país, la única recomendación si llegas a ir es saber lo básico del idioma, aun que hay muchas personas de habla rusa, y no meterte en líos en los ghettos o zonas bajas, espero te ayude, saludos.

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