Es curioso lo que cambian muchos aspectos de la vida en función del prisma con que se miran, o del lado de la cancha en que te toca jugar el partido.
A mis 37 años he trabajado como asalariado, como free lance y casi de todas las formas contractuales (y sin contrato) que uno pueda imaginar, y ayer reflexionaba sobre lo diferentes que son los lunes cuando uno tiene entre manos una empresa que sacar adelante.
Cuando trabajas para otro (y cuando lo hacen para ti) generalmente los lunes son sinónimo de hastío. Son la frontera que marcan el final de dos días de libertad y anuncian el principio de la cuenta atrás hacia el próximo viernes. Es natural, uno trabaja por un salario y quiera más o menos a la empresa para la que trabaja, las grandes cuestiones operativas y los problemas de fondo normalmente le son ajenos. Seguir leyendo